Las convulsiones son un
motivo relativamente frecuente de consulta al veterinario. Estos
procesos causan gran preocupación en las personas que conviven con estos
animales, pues si observar una convulsión es ya de por sí un hecho
desagradable y angustioso, más aún si quien la padece es un ser querido.
Realmente debe darse gran importancia a estos procesos, pues si no se
controlan, pueden llegar a comprometer seriamente la vida del animal, lo
cual no quiere decir que no podamos hacer nada por él, sino más bien al
contrario. En la actualidad tenemos a nuestro alcance métodos
diagnósticos y tratamientos con los que podemos identificar y tratar
satisfactoriamente la gran mayoría de los casos.
Se calcula que
la incidencia de los procesos convulsivos en la población canina se
aproxima al 3%, y dentro de este grupo, en un 80% de los casos el
diagnóstico final es de epilepsia, mientras que en el resto de pacientes
las convulsiones son la manifestación de otro tipo de enfermedades. En
el gato, la epilepsia es muy poco frecuente y, generalmente, los gatos
que padecen convulsiones suelen tener otro tipo de patología que las
origina.
Las convulsiones son procesos que pueden producir
alteraciones en otros órganos como el corazón, pulmón o riñón, así como
en el propio cerebro, que puede sufrir lesiones a causa de la propia
convulsión. Por tanto, la presencia de convulsiones nos obliga a
realizar un diagnóstico de la causa que las origina para poder instaurar
el tratamiento de la manera más pronta posible. Para ello, como en
otras enfermedades, pero quizá incluso con mayor motivo en estos casos,
es fundamental la buena comunicación y colaboración entre veterinario y
propietario.
¿Qué se debe hacer ante una crisis convulsiva?
Se debe:
1. Mantener la calma.
2. Retirar los objetos que rodean al animal para evitar que se golpee.
3. Administrar la medicación que el veterinario ha recomendado.
4. Colocar al animal en un lugar fresco y ventilado.
5. Si tras varias dosis de la medicación la convulsión no cesa, acudir al veterinario.
No se debe:
1.
Intentar agarrar al animal. No conseguiremos parar la convulsión y
puede mordernos o arañarnos, pues no es consciente de lo que hace.
2. Administrar medicamentos no prescritos por el veterinario.
3. Dar de beber ni comer tras la convulsión.
4. Dar calor (estufas, mantas, etc.).
¿Qué es una convulsión?
Una
convulsión es la manifestación clínica de un desequilibrio de la
actividad eléctrica cerebral. La función de las neuronas, que son la
célula principal del sistema nervioso, es transmitir y procesar
información. Esto se lleva a cabo mediante la generación y transmisión
de corrientes eléctricas y con la ayuda de unas sustancias químicas
llamadas neurotransmisores. Normalmente, en el cerebro existe un
equilibrio entre los fenómenos de excitación y de inhibición en las
neuronas.
Aunque el mecanismo por el que se origina una
convulsión no se conoce en su totalidad, se sabe que tienen lugar debido
a un exceso de estímulo excitatorio, a un aumento de la excitabilidad
de las membranas celulares de las neuronas y a un fallo en los
mecanismos de inhibición. Además, los neurotransmisores intervienen en
la generación y propagación de la excitación. La consecuencia es un
predominio del estado de excitación de las neuronas sobre la inhibición,
lo que tiene como resultado la producción de una descarga eléctrica de
tipo paroxístico en el cerebro, es decir, se produce una gran actividad
eléctrica cerebral descontrolada. Esta actividad va a inducir los signos
clínicos que observamos en un animal que convulsiona.
Se
considera que un animal es epiléptico si padece convulsiones que se
repiten a lo largo de su vida sin que exista una causa identificable, es
decir, sin que exista otra enfermedad que sea el origen de estas
convulsiones.
¿Cómo se manifiesta una convulsión?
No
todas las convulsiones se manifiestan de la misma manera. La forma
típica, que el propietario identifica fácilmente, es aquella en la que
podemos observar una serie de signos: el animal sufre una alteración en
su nivel de consciencia, se pone rígido, cae al suelo de lado, tiene
movimientos de pedaleo con las extremidades, y de masticación con la
mandíbula, puede existir salivación, dilatación de las pupilas, y
defecación y micción incontroladas (puede ocurrir que aparezcan todos
estos signos o sólo algunos).
Es frecuente que tanto antes como
después de estos signos se observen alteraciones de comportamiento. En
la fase previa el animal puede querer atraer la atención del propietario
y estar intranquilo o, por el contrario, quedarse quieto o buscar un
lugar para esconderse; tras la convulsión el animal puede tener también
una fase de hiperactividad o de hipoactividad. Es frecuente observar que
estos animales quieran beber agua o comer de modo exagerado (lo cual
debe evitarse, pues pueden tener alterado el reflejo de la deglución y
sufrir problemas respiratorios) y que sufran alteraciones transitorias
en la visión o en la marcha que pueden durar minutos, horas o días.
Hay
veces en las que estos movimientos involuntarios afectan sólo a un lado
de la cabeza, a una sola extremidad, o a la extremidad anterior y
posterior de un mismo lado, y puede parecer que no hay alteración en el
nivel de consciencia del animal. Este tipo de convulsión puede, en un
segundo momento, generalizarse y dar paso a una convulsión que involucre
todo el cuerpo, como la mencionada anteriormente.
Existe otro
tipo de episodios en los que quizá sea menos evidente para el
propietario el identificarlos como procesos convulsivos. En estos casos
los signos que se observan son movimientos y comportamientos
estereotipados, como por ejemplo la marcha en círculo, correr en círculo
persiguiendo la propia cola, perseguir sombras o moscas imaginarias, o
tener accesos de agresividad. Estas alteraciones de comportamiento se
observan particularmente en el gato. En estos casos es importante el
diferenciar si estas alteraciones se deben a un problema neurológico, es
decir, si la alteración que observamos tiene su origen en el cerebro, o
por el contrario se tratan de un problema de comportamiento, ya que el
manejo del paciente es diferente.
¿Cuál es la causa de las convulsiones?
Una
convulsión puede estar originada por múltiples causas. Según las
características del animal (raza, sexo, edad, entorno en el que vive,
historia clínica, etc.), unas causas serán más probables que otras, con
lo que el protocolo diagnóstico se adaptará a ello.
Entre las enfermedades que más frecuentemente pueden asociarse a la aparición de convulsiones pueden reseñarse las siguientes:
Accidentes cerebrovasculares, en los que se producen zonas de falta de riego sanguíneo en una o varias regiones del cerebro.
Encefalitis
y/o meningitis, que pueden ser de origen infeccioso, como por ejemplo
las producidas por el virus del moquillo canino, de la peritonitis
infecciosa felina o la toxoplasmosis.
Traumatismos cerebrales.
Malformaciones congénitas cerebrales, como por ejemplo la hidrocefalia, patología que
se observa más frecuentemente en perros de raza Yorshire terrier,
Chihuahua, Maltés, Pomerania, Caniche toy o Boston terrier.
Enfermedades
metabólicas, como las encefalopatías hepáticas (causadas por enfermedad
hepática) o urémicas (causadas por enfermedad renal), hipoglicemia
(bajo nivel de glucosa en sangre), hiperlipoproteinemia (alto nivel de
lipoproteínas en sangre), hipoxia, o enfermedades del tiroides entre
otras.
Intoxicaciones. Son numerosas las sustancias que pueden
producir convulsiones si son ingeridas. Debe tenerse especial precaución
con los anticongelantes para vehículos (etilenglicol), antiparasitarios
externos (organofosforados, etc.), plaguicidas (molusquicidas, entre
otros) y, en general, con cualquier producto identificado como tóxico
por el fabricante.
Neoplasias. Un tumor cerebral puede producir como
signo clínico convulsiones, y en ocasiones, ser el primer signo que
observa el propietario del animal.
Epilepsia.
¿Qué es la epilepsia y cómo se manifiesta?
La
epilepsia es un trastorno de la función cerebral que se caracteriza por
la presencia de convulsiones recurrentes, es decir, convulsiones que se
repiten a lo largo de la vida del animal, y que no están causadas por
otra enfermedad (como las que están reseñadas en el apartado anterior).
Estos pacientes no tienen, por lo demás, ningún otro síntoma, y llevan
una vida completamente normal entre los episodios convulsivos.
Las convulsiones de tipo epiléptico tienen una serie de características típicas:
Existe
una predisposición en ciertas razas de perros como el Pastor alemán,
Golden retriever, Labrador, San Bernardo, Cocker, Alaskan malamute, Husky
siberiano, Setter irlandés, Caniche mediano o Collie. Esto no quiere
decir que un perro de cualquiera de estas razas vaya obligatoriamente a
padecer esta enfermedad que, por otra parte, puede observarse en
cualquier perro, incluso en los que no son de raza.
En el gato, sin
embargo, la epilepsia es infrecuente. La primera convulsión suele presentarse entre los 6 meses y los 5 años de edad, siendo más frecuente entre 1 y 3 años. La duración media de una convulsión generalizada es entre 1 y 2 minutos. Suele
presentarse en reposo, muchas veces durante el sueño, aunque en
ocasiones aparecen asociadas a un estímulo emocional (la visita de un
familiar, la proximidad de una hembra en celo, etc.).
Las
convulsiones que no son de origen epiléptico pueden seguir un patrón
distinto de lo comentado en los apartados anteriores, fundamentalmente
en cuanto a la edad de presentación y al momento (por ejemplo, las
convulsiones por falta de flujo sanguíneo cerebral suelen asociarse al
ejercicio, mientras que las producidas por insuficiencia hepática pueden
presentarse en el período posterior a las comidas). Además, si las
convulsiones están originadas por otra enfermedad, generalmente
observaremos en el paciente más alteraciones aparte de las propias
convulsiones.
¿Qué hace el veterinario para determinar la causa de las convulsiones?
Las
causas de las convulsiones en el perro y el gato son variadas. Mediante
la información recogida en la historia clínica; el cuerpo girando hacia
un lado y la marcha en círculo son signos que sugieren la presencia de
una lesión focal en un hemisferio cerebral. Esta lesión puede originar
convulsiones), en el examen físico y en el examen neurológico el
veterinario puede establecer una lista de diagnósticos diferenciales por
orden de preferencia, lo que permite realizar los análisis y pruebas
específicas necesarios para establecer el diagnóstico definitivo. No hay
que olvidar que una convulsión no es una enfermedad en sí, sino un
signo clínico que nos indica que estamos ante una patología que
tendremos que identificar. Si no se identifica patología alguna como
causa de las convulsiones, entonces podremos catalogar al paciente como
epiléptico, pero esto sólo podrá hacerse después de haber descartado
otras enfermedades. Es decir, el diagnóstico de epilepsia se basa en la
exclusión de patologías que pueden ser causa de convulsiones o
asemejarse en la manifestación clínica (por ejemplo, un síncope cardíaco
puede manifestarse clínicamente de modo semejante a una convulsión).
El protocolo de diagnóstico se basa en una serie de elementos:
Reseña
de las características del paciente y realización de una exhaustiva
historia clínica.
Este punto es muy importante a la hora de establecer
cuáles son las causas más probables del problema, por lo que es
fundamental la colaboración del propietario, ya que es éste el que tiene
que describir lo que le ocurre a su animal y si lo relaciona con algún
suceso, cuando se manifestó la primera convulsión, las enfermedades y
medicaciones anteriores o actuales, si existe posibilidad de ingestión
de tóxicos, en que momento del día acontecen las convulsiones, etc.
Realización
de un examen físico general, en el que se observa si existen
alteraciones que puedan indicarnos que el paciente padece algún otro
trastorno.
Realización de un examen neurológico, que permite
establecer si existe lesión neurológica primaria (es decir, una
enfermedad del sistema nervioso como por ejemplo una encefalitis, o un
tumor cerebral, entre otros).
Pruebas complementarias. Por ellas se
confirman o descartan fundamentalmente causas de tipo infeccioso o
metabólico. Son muchas las pruebas que tenemos a nuestro alcance para
llegar al diagnóstico. Éstas siempre se realizan en un cierto orden, que
dependerá de cada caso, de modo que sólo se llevarán a cabo las que
sean adecuadas para cada paciente en particular.
Las pruebas que pueden
realizarse incluyen:
Análisis sanguíneo y de orina. Estos análisis
son un apoyo fundamental para el estudio de los pacientes con
convulsiones. Son numerosos los parámetros que podemos estudiar y que
nos aportan una información extensa del estado del paciente y de la
función de distintos órganos y sistemas.
Pruebas específicas como electrocardiograma, radiografías, ecografías, etc. que se realizarán si el caso lo requiere.
Análisis
del líquido cefalorraquídeo. Puesto que ésta es una sustancia que se
encuentra en íntimo contacto con el sistema nervioso central, mediante
su análisis podemos identificar muchas de las alteraciones que afectan a
este sistema. Su análisis aporta información muy relevante para el
estudio de las convulsiones, y muchas veces nos da el diagnóstico
definitivo.
Electroencefalograma. Este test estudia la función
eléctrica cerebral, y permite diferenciar entre distintas patologías que
pueden afectar al cerebro y si se trata de procesos localizados en una
región cerebral o generalizados.
Pruebas específicas de diagnóstico
por imagen como la Resonancia Magnética y la Tomografía Axial
Computerizada. Estas pruebas se realizan si sospechamos de alteraciones
cerebrales estructurales, como son: tumores (fotografía 3; traumatismos o
lesiones vasculares)
¿Cuál es el tratamiento de las convulsiones?
El
tratamiento de las convulsiones no será el mismo en todos los casos;
puesto que pueden estar originadas por diversos motivos, el tratamiento
irá, por un lado, encaminado a corregir la causa que las origina, y por
otro, a tratar la convulsión en sí. Una convulsión, sea cual sea la
causa que la origine, debe tratarse para que sea lo menos intensa y
duradera posible, pues puede tener consecuencias muy negativas en
distintos sistemas y órganos, incluyendo a las propias estructuras
cerebrales.
En los animales epilépticos es muy importante
implantar el tratamiento en el momento adecuado. En general, aunque la
decisión de comenzar a tratar debe evaluarse en cada caso en particular,
una recomendación puede ser comenzar el tratamiento si se presenta más
de una convulsión cada 2 meses, o si aunque la frecuencia sea menor, las
convulsiones son muy severas en intensidad y/o duración.
Es
importante saber que, cuanto mayor sea el número y frecuencia de las
convulsiones que acontecen antes de implantar el tratamiento, peor es el
pronóstico. Esto es debido a que las neuronas epileptogénicas (las que
son el foco desde el cual se origina la convulsión) tienen la capacidad
de reclutar otras neuronas, que pueden convertirse a su vez en nuevos
focos, los cuales pueden actuar de modo autónomo. En medicina humana, se
ha observado que en las personas que sufren convulsiones durante 2 años
sin que se establezca un tratamiento, las posibilidades de conseguir
después que permanezcan durante 1 año sin convulsiones se reduce en un
50%. Esta observación puede ser aplicable en medicina veterinaria, pues
también se ha constatado que cuanto más se deje a un animal
convulsionar, más dificultad encontraremos para controlarlo con la
medicación. Sin embargo, si el tratamiento se establece en el momento
adecuado, aproximadamente un 80% de los casos se controlan de modo
satisfactorio en poco tiempo, aunque para ciertas razas caninas el
pronóstico puede ser desfavorable porque algunos casos no pueden
controlarse a pesar de instaurarse los tratamientos adecuados. Éste es
el caso del Pastor alemán, San Bernardo y Setter irlandés.
Los
medicamentos de primera elección para el tratamiento de la epilepsia en
medicina veterinaria son el fenobarbital y el bromuro potásico, para el
tratamiento de mantenimiento, y el diazepam, que se emplea para tratar
las convulsiones en el momento en el que se están produciendo (esta
sustancia será la que tenga que administrar el propietario en su
domicilio cuando observe una convulsión en su mascota, siempre bajo
control del veterinario). Existe en el mercado otras muchas sustancias
para el tratamiento de la epilepsia de uso en medicina humana, pero en
medicina veterinaria se utilizan mayoritariamente las anteriormente
indicadas, pues son las que han demostrado ser más eficaces para
controlar las convulsiones en el perro y el gato, son las que menos
efectos secundarios tienen, y son fáciles de administrar y económicas.
La instauración del tratamiento debe realizarse siempre bajo control
veterinario, así como el seguimiento, que en estos casos es
especialmente necesario.
Es importante saber que el tratamiento
de la epilepsia es de por vida, y que no puede interrumpirse ni variarse
sin indicación del veterinario. Aún así, esto no suele ser problema
para que tanto el paciente como el propietario lleven una vida normal,
simplemente es necesario que la medicación se administre todos los días
de modo correcto, en sus dosis y a su hora (generalmente la medicación
debe darse 2 veces al día, cada 12 horas).
En las perras
epilépticas se recomienda realizar una esterilización mediante
ovariohisterectomía, pues se ha constatado que puede darse un aumento de
la facilidad para convulsionar durante el período del celo.
En
algunos casos también se ha observado que el cambio a una dieta
alimentaria específica puede ser un factor que ayude en el control de
las convulsiones.
Si las convulsiones son generalizadas, y se
encadenan varias seguidas sin que el paciente pueda recuperarse por
completo entre ellas, o si el animal entra en un estado convulsivo
permanente (que es lo que se conoce como status epilepticus), debe
considerarse que se está ante una emergencia, y será preciso acudir
rápidamente a una clínica veterinaria para que puedan ser instaurados
los tratamientos pertinentes para controlar las convulsiones y
establecerse una vigilancia adecuada del paciente.
Debe tenerse
en cuenta que el tratamiento de la epilepsia consigue, en la gran
mayoría de los casos, disminuir la frecuencia y la intensidad de las
convulsiones, pero generalmente éstas no desaparecen por completo. Aun
en el caso en el que las convulsiones no puedan eliminarse totalmente,
los animales que padecen esta enfermedad pueden llevar una vida
completamente normal, simplemente el propietario debe saber que es
posible que su mascota tenga alguna vez convulsiones y debe ser
informado por el veterinario para saber qué es lo que debe hacer en ese
momento.
Fuente: foyel.com