27 febrero 2011

Perros trabajando

Perros al servicio de la conservación de especies.

El olfato los guía más allá de lo que podría llegar el investigador más arriesgado por la conservación de especies en peligro de extinción. Son perros capaces de detectar mínimos rastros biológicos en los hábitats más difíciles de recorrer; algo así como un grupo de elite para hallar aquello que está oculto o pasa inadvertido para el ojo humano... y todo con poco margen de error.



El trabajo de los perros de Working Dogs for Conservation (WDC), una ONG que funciona desde hace una década en los Estados Unidos y participa en decenas de proyectos anuales de investigación, recorre el mundo. Sus hocicos adiestrados identificaron rastros del oso del Himalaya en China, el leopardo de la nieve en Vietnam, el caracol caníbal en Hawaii, el gato andino en la Argentina, la serpiente marrón del árbol en Guam y hasta plantas exóticas. La mayoría integra la lista de especies amenazadas.
"En general, nos convocan agencias gubernamentales, centros de investigación, organizaciones conservacionistas y universidades porque los métodos actuales de estudio o monitoreo de estas especies son insuficientes", explicó a La Nación la bióloga Alice Whitelaw, cofundadora y directora de programas de WDC.



Estos perros están entrenados para olfatear rastros de excremento, orina, pelaje, escamas y hasta hojas, sin prestar atención a otras distracciones en el camino. Según un estudio que publicó el mes pasado Journal of Wildlife Management , son capaces de detectar a diez metros de distancia esos olores aprendidos. Y lo hace correctamente en el 75-100% de las veces. Aunque no es un trabajo para todos los perros.
Según WDC, uno de cada 200-300 perros es un buen "candidato" y sólo el 40% supera con éxito el entrenamiento, que dura tres meses y comienza no antes del año de vida.
Collies, labradores, ovejeros, pastores belgas o australianos y mestizos. Lo importante no es la raza, sino que el animal tenga ciertas características, como una naturaleza hiperactiva y obsesión por obtener una recompensa. "Tenemos ocho perros y dos en proceso de entrenamiento, pero aún no sabemos cómo resultarán", dijo Whitelaw por vía telefónica desde la sede de WDC, en Montana ( www.workingdogsforconservation.org ).


La técnica combina elementos de las utilizadas para entrenar a los perros en detección de drogas, rescate de personas y búsqueda de cadáveres. "Cuando aprenden el primer olor de una especie, es más fácil enseñarles otros, lo que demora algo así como dos semanas. Una vez que el perro comprende que el olor es igual a la pelota, que se usa como recompensa para jugar, se acelera el proceso", precisó la bióloga.


Catorce fue la máxima cantidad de olores que dos perros de WDC pudieron aprender a detectar. "Fueron animales excepcionales", recordó. El límite aceptable es entre siete y diez; si son más, y varias de esas especies coinciden en el mismo hábitat, los perros tenderán a buscar todos los olores al mismo tiempo.
Los materiales que encuentran sirven para obtener información. La posibilidad de extraer y usar el ADN que contienen los excrementos, por ejemplo, hizo que los científicos valoraran el trabajo de estos perros como una forma no invasiva de monitorear la ubicación de poblaciones difíciles de encontrar, y de estudiar su alimentación, si se tratan de hembras o machos y hasta los niveles de ciertas hormonas, como la del estrés. "El perro va a hacia el material y se sienta. Rara vez vemos al animal que buscamos", finalizó Whitelaw.
Nota: Fabiola Czubaj 





En el norte argentino:
Hace cuatro años, por un proyecto conjunto entre la Universidad de Oxford y el Museo de Ciencias Naturales de Salta, una entrenadora de WDC, Megan Parker, llegó al país para enseñar a entrenar perros que integrantes de la Alianza Gato Andino habían rescatado de refugios de Salta. Allí participó el doctor Claudio Sillero-Zubiri, actual vicedirector de la Unidad de Investigación para la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Oxford, Londres. Desde Etiopía, donde está por estos días, recordó: "Trabajamos con WDC en 2006 en el altiplano del NOA, donde estudiamos la ecología del gato andino, una especie amenazada que habita las cumbres de los Andes desde Mendoza hasta Perú. Muy difíciles de ver, nuestro trabajo depende del uso de cámaras trampa"                                                   
       
                                                      
Fue esa limitación la que los llevó a optar por un recurso menos invasivo. "Los perros sabueso, como los que entrena WDC, ofrecen una técnica adicional, novedosa y con mucho potencial para el estudio de carnívoros silvestres, como nuestro gato andino -dijo por e-mail -. Para mí, que trabajo en la conservación de cánidos silvestres desde hace muchos años, utilizar a un perro doméstico para ayudarnos a estudiar a sus parientes silvestres me parece fabuloso."
Como entrenador de Bruno, un macho blanco con una enorme mancha negra en un ojo y que hoy está "jubilado" en Jujuy, explicó que en los perros se busca "un carácter cuasi obsesivo a la hora de jugar con una pelota, ¡algo que muchos dueños reconocerán...!" Con entrenamiento, se canaliza esa «obsesión» para premiarlo cuando identifica la muestra correcta en el campo. "El cariño y la devoción del perro al final de un largo día es invalorable", escribió.


Fuente: “La Nación” 27/02/2011