Dejan pelo, hay que recoger sus excrementos, ladran, suponen un gasto
económico y su utilidad práctica (a excepción de los perros guardianes,
policía o pastores) es más bien inconcreta. Pero, también, le reciben a
uno con alegría cuando llega del trabajo, suelen estar
dispuestos a jugar, se sienten felices si se les lanza un palo 35
veces y 35 veces se les dice que lo han hecho bien, nunca se irán de casa
y acompañan a pasear a su dueño encantados de la vida. En el año 2009,
en España había censados 4.720.378 perros, según la Asociación Nacional
de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía. Más o menos, uno
por cada diez personas. Y eso sin contar a los perros sin papeles. Pero
¿por qué tantas personas tienen perro?, ¿por qué estos animales se han
ganado el título de mejor amigo del hombre?, ¿por qué para algunas personas su vida estaría incompleta sin ellos?
“Pues porque nos aportan calidad
de vida en muchos sentidos”, explica Sergio Tejedor, educador
especializado en aprendizaje y motivación de conducta de animales del
hospital Clínico Veterinario de la Universitat Autònoma de Barcelona
(UAB). “Son un vínculo afectivo, y, además, incondicional”. Una de las
mejores credenciales de los perros es su amor y entrega
sin condiciones. “Pase lo que pase, tu perro siempre va a estar ahí”,
señala Eva Domènec, directora del Centro de Terapia Asistida con Perros
(CTAC). “Porque el perro necesita mucho a su dueño, ya que depende
de él para alimentarse, jugar... Y lo tolera tal cual es”. Asimismo,
los perros son más expresivos y cercanos que otros animales domésticos,
como los gatos. Y les encanta la compañía humana. “Hay
mucha comunicación e intercambio de afecto. Y son más fiables y
manejables que los gatos”, añade Eva Domènec. Sin olvidar que una de las
grandes pasiones de los perros es jugar. Algo que, quizás, los seres
humanos no practicamos como deberíamos. “Puedes jugar y pasarlo bien con
ellos –explica Sergio Tejedor–, lo que te ayuda a liberar tensiones y olvidarte de los problemas”.
Hay numerosos estudios que avalan los beneficios de vivir con un perro. Por ejemplo, ayuda a reducir el estrés
y mejora la salud cardiovascular. Y no sólo por el hecho de que obliga a
realizar actividades físicas como pasear, sino por el valor que tiene
la relación afectiva. Tras una interacción de unos
minutos entre dueño y perro, se reducen significativamente los niveles
de cortisol, la hormona del estrés. Y no sólo en los humanos, sino
también en los canes.
La necesidad de disfrutar de relaciones
afectivas es fundamental para nuestra calidad de vida. “Y los perros son
un vínculo afectivo más”, señala Begoña Gállego, psicoanalista.
Permiten vivir el sentimiento de realización que supone querer a
alguien. Y la satisfacción de sentir que ese amor es recibido con agradecimiento.
Y, aunque quizás sea arriesgado decir que un perro entiende a su dueño,
“se puede formar una sintonía emocional básica”. Esa sensación que
tienen muchas personas de que su perro sabe cuándo están tristes,
alegres o angustiadas. De que les mira a los ojos y… saben lo que les
pasa. Pero ¿hasta qué punto un perro puede empatizar
con su dueño? Sergio Tejedor asegura que, sin llegar a humanizarlos, “es
cierto que los perros notan los cambios anímicos. Pueden identificar
estados emocionales básicos, como la alegría, la tristeza o la
ansiedad”. Por ejemplo, según un estudio de la Universidad de
Goldsmiths, en Londres, los perros detectan cuando una persona está
angustiada.
Esta relación afectiva puede ser muy apacible si el perro (y el dueño) está bien educado.
Otra de las ventajas de la relación con estos animales. Aparte de algún
pipí ocasional fuera de lugar, la relación puede funcionar sin
demasiados trompicones. “Algo mucho más complicado con las personas”,
apunta Begoña Gállego. Ya que, aunque no suelen orinar donde no deben,
“cada una tiene sus deseos, sus objetivos, sus expectativas. Hay
fricciones. El perro mueve la cola siempre que llegas a casa; en cambio,
tu pareja puede estar enfadada contigo”. Y recibirte con un gruñido.
Cuando alguien que vive solo, una pareja o una familia integra a un
perro en sus vidas, también lo integra en su red social.
Será un ser vivo que se relacionará con ellos, pero que estará presente
en sus relaciones con amigos, familiares u otros dueños de perros.
“Ese
es otro de los beneficios que aportan los perros”, considera Antoni
Bulbena, catedrático de Psiquiatría de la Universitat Autònoma de
Barcelona. “Un perro da seguridad y estabilidad, es un punto de
referencia en tu red social. Hay estudios sobre la soledad
y la relación con los perros que dicen que si una persona está con su
perro, aumenta la oxitocina”. Una hormona implicada en los vínculos
afectivos que tenemos con otras personas. “Y que no aumenta cuando estás
con un perro que no es el tuyo”, añade este psiquiatra que participa en
la Cátedra Fundación Affinity Animales y Salud de la Universitat
Autònoma de Barcelona, que investiga los beneficios de la convivencia con animales.
Toby,
Pancho o Roco dan compañía, son fieles, permiten un saludable
intercambio afectivo y se apuntan a todos los paseos y sesiones de
juegos. Pero también necesitan cuidados. Y esas obligaciones
de aseo, alimentación o visitas al veterinario son beneficiosas para
ellos y sus dueños. Especialmente, como explica Sergio Tejedor, “en el
caso de las personas mayores, ya que las obliga a mantenerse activas,
pues deben cuidar al perro, limpiarlo, sacarlo a pasear…”. Estas
obligaciones también pueden ser muy saludables para las
personas que se sienten solas. Antoni Bulbena recuerda a un paciente
que “pasaba semanas prácticamente sin salir de casa. Desde que tuvo
perro, me decía que no es que él sacara a pasear al perro sino que el
perro lo sacaba a él”. Un beneficio que va mucho más allá de estirar las
piernas y no dejar pasar la vida frente al televisor.
Un perro también
es un excelente mediador social. Se pueden crear buenas amistades
(o algo más) en la hora de paseo del perro, cuando los dueños charlan
de sus canes, del tiempo o del Gobierno, mientras sus amigos peludos se
persiguen o se olisquean. Sin olvidar que con los perros se habla. Una
persona que viva sola tiene alguien a quien hablar, felicitar si hace
algo bien, reñir… “El perro está contigo en casa, te da compañía y
hablas con él. Hay personas que hablan con sus pajaritos”, apunta Begoña
Gállego. Quizás no solucionan la soledad, pero, por lo menos, la alivian un poco.
En opinión de Antoni Bulbena, las personas mayores y los niños son quienes más se pueden beneficiar del vínculo
con un perro. “Les demuestra que pueden cuidar a alguien, que pueden
asumir una responsabilidad, que son capaces”. Y, en el caso de los más
pequeños, también les ayuda a desarrollar el respeto,
la empatía y la sociabilidad. Por eso, como señala Eva Domènec, “tantos
padres quieren que sus niños tengan un perro o les permiten tenerlo si
estos se lo piden. Saben que será algo muy bueno para sus hijos”. En
todo caso, añade que es importante que “esa relación la supervise un
adulto. No se puede dejar toda la responsabilidad en los niños, porque
se pueden desbordar por las obligaciones que exige un perro. Y, claro,
si este hace algo mal no hay que decirles: ‘Mira lo que ha hecho tu
perro’”. Asimismo, los niños con problemas de comunicación mejoran si
empiezan a relacionarse con un perro. “Este es un
elemento motivador para los niños autistas, por ejemplo, en la terapia
asistida con animales”. Y los beneficios que aportan la compañía de los
canes para los pequeños no son sólo psicológicos. Un estudio de la
Universidad de Kuopio (Finlandia) señala que los recién nacidos que
conviven con un perro sufren menos infecciones respiratorias. La explicación que dan los científicos es que el bebé está en contacto con más bacterias, lo que fortalece sus defensas.
Y
un perro también puede fortalecer a una familia. “Puede desempeñar un
papel muy importante”, explica Begoña Gállego. “Si uno de los hijos se
siente algo solo, puede hacer piña con el perro. O el can puede ayudar a
dar estabilidad a una pareja sin hijos”. O, si hay mal ambiente en la
cena familiar, el perro hace alguna monería o se acerca a la mesa
suplicando comida, y ayuda a destensar el ambiente. Aunque,
en ocasiones, la relación con el perro es demasiado humana o
dependiente. Perros peinados o vestidos como niñas, que reciben
herencias o cuyos dueños no pueden separarse de ellos sin caer en la ansiedad.
El perro puede ser como un hijo para las parejas sin descendencia, el amigo que no se tiene para las personas solas, el refugio
para quienes están enfadados con la vida… “Hay personas que hablan de
sus perros como si fueran sus hijos, y proyectan en ellos sus anhelos”,
dice Begoña Gállego. La soledad o la conflictividad de las relaciones
humanas hacen que muchas personas esperen que su perro supla sus
carencias afectivas. En estos casos, cuando el perro muere, el duelo
puede ser muy complicado. Begoña Gállego recuerda a una paciente que
“sufrió una depresión muy fuerte y sólo se sentía acompañada por su
perro. Cuando este murió, pasó por un duelo muy duro. El perro había
ocupado el lugar de un buen amigo”.
Y Antoni Bulbena comenta los
resultados de un estudio sobre la relación de seres humanos y perros:
“El 50% de los entrevistados creía que su perro les escuchaba
más que su pareja y, si tuvieran que elegir a quién llevarse a una isla
desierta, se llevarían antes a un perro que a un ser humano”. Según las
investigaciones que está realizando la Cátedra Fundación Affinity
Animales y Salud, “las familias con hijos son quienes, en general,
tienen menos dependencia con los perros”. Los perros dan muchas
recompensas si se les da el trato adecuado. “Pueden mejorar la calidad
de vida de una persona, pero también dan mucho trabajo”,
señala Sergio Tejedor. “Aunque cada vez más personas son conscientes de
lo que pueden esperar de un perro y de lo que deben ofrecerle”.
Es un
ser vivo que da cariño y compañía pero que también necesita y espera que
lo traten como es debido: como a un perro.
Fuente: lavanguardia.com (España)